“Hola, me llamo Sayuki y soy una geisha. Envíame un mensaje al Twitter si requieres mis servicios.” Bienvenido al mundo actual. Las geishas no son trabajadoras sexuales vendidas de pequeñas por sus familias; sino artistas que dan entretenimiento privado a gente con dinero –como en su época Mozart y Bach tocaban para la nobleza– y, aunque suene mucho menos romántico, empresarias, con web, Twitter y lo que haga falta para conseguir un cliente.
Es verdad que Sayuki no es una geisha cualquiera. Aunque habla japonés fluido, es lo que en Japón llaman gai-geisha. De gaijin, extranjero. Nacida como Fiona Graham en Melbourne, Australia, Sayuki es la primera geisha occidental aceptada en Japón. La noche de su debut en 2007 llevaba un kimono valorado en unos dos millones de yenes. Desde entonces, vive en su casa de geishas (okiya) en Asakusa, uno de los seis distritos de geishas que aún sobreviven en Tokyo.
Sobre si es o no la primera geisha occidental la discusión está abierta. La americana Liza Dalby en los 70’ fue la primera no-japonesa en acompañar a geishas a sus citas en Kyoto, como parte de su investigación –como Sayuki, Liza era antropóloga–, llegando incluso a debutar como geisha bajo el nombre de Ichigiku. Pero a diferencia de la australiana, Dalby nunca recibió formación reglada ni cobró a los clientes por su asistencia. Aún así, fue considerada por la prensa como la primera geisha “blanca”, trabajando más tarde como consultora para la novela ‘Memoirs of a Geisha’ de A. Golden y de su adaptación como película en 2005.
La protagonista de este film, Zhang Ziyi, es posiblemente la primera imagen que nos viene a la cabeza cuando pensamos en una geisha: ojos rasgados, nariz pequeña, labios carnosos, facciones suaves. Pues bien, resetea tus mitos. Las geishas, en general, no son supermodelos; y Sayuki con sus facciones caucásicas pintadas de ese blanco tan blanco parece hasta inquietante a primera vista.
Pero es que no todo es belleza en una geisha. Sayuki tiene currículum en las universidades de Oxford (Reino Unido) y Keio (Japón) y además de su carrera de investigación antropológica, tiene créditos como directora de documentales en la BBC y National Geographic. Vamos, que de mujer florero ni un pelo. Ahora lleva ya tres años como geisha y su máximo objetivo a día de hoy requiere un par de melones: modernizar una de las tradiciones más cerradas y exigentes que aún sobreviven en el Japón moderno.
“Las geishas se parecen mucho a los políticos o a las actrices. Una geisha debe saber convertirse en aquella persona que requiera cada ocasión: brillante animadora y artista, conversadora inteligente, cordial anfitriona que cuida a sus invitados o maestra de protocolo en eventos oficiales. Nuestra formación nunca termina: tenemos que aprender sobre fauna y flora para elegir correctamente un kimono con estampado de flores estacionales, debemos saber la manera correcta de abrir o cerrar puertas, de sentarnos y levantarnos, de sonreír, de servir en la ceremonia del té, y por supuesto bailar, cantar y tocar música tradicional japonesa. Pero contrariamente al pensamiento popular, es solamente en Kyoto que las chicas que empiezan a los quince tienen que hacer cinco años de entrenamiento formal. En la mayoría de sitios, empiezan como hangyoku (en Tokyo) o maiko (en Kyoto) a los dieciocho y sólo hacen dos o tres años de formación; y si tienen más de veinte, debutan como ippon-san o geisha después de un año. Una geisha nunca mezcla trabajo y vida privada; pero puede tener relaciones íntimas y expresar sus sentimientos como cualquier otra mujer; lo único que nos está prohibido es casarnos (y revelar nuestra edad). Un día normal en mi vida empieza intercambiando e-mails con clientes y trabajando en mi web. Tengo que practicar la flauta japonesa, mi especialidad, y asistir a clases. Algunas veces tengo reuniones o ceremonias del té, y por la noche, banquetes. He estado trabajando en varias iniciativas de las que me gustaría ver fruto muy pronto. Por una parte, ahora quién quiera una geisha sólo tiene que hacer la reserva en mi web. El mundo de las geishas es así mucho más accesible. Ah, y también tengo una cuenta en Twitter. Además, hago muchos banquetes fuera de Japón con mis hermanas geishas. A veces me invitan a dar una charla, a veces nuestro anfitrión reserva un restaurante japonés y organiza una noche de geishas con un precio de entrada que ya cubre todos los gastos que implica viajar desde Japón. Las geishas ahora tenemos el deber de proteger algunas de las tradiciones más bonitas de este país, y por lo tanto somos una parte muy valiosa de la herencia japonesa. Lo crucial para una cultura tradicional es mantener el balance entre proteger las tradiciones del pasado y continuar siendo relevantes en la época actual. Y por eso quiero hacer cosas innovadoras que ayuden a mantener a las geishas en el mundo moderno. Salió la opción hace poco de participar en la semana de la moda y aparecer nosotras en la pasarela al final del evento. Eso sería muy divertido y personalmente doy la bienvenida a cualquier idea. Actualmente también estoy intentando recaudar dinero para que mi okiya pueda educar a una chica nueva. Si una manera de hacerlo es aparecer en un anuncio de televisión, me parecería genial.”