londres condensado II

Hoy he visto a la mujer con la nariz más larga del mundo. Me ha preguntado qué me parecía y yo, con educación inglesa, le he dicho que “Nice”. Porque aquí todo es 'nice', menos el tiempo, que 'sucks'. Estaba yo caminando por la calle. Y llovía. Tantos días de lluvia te hacen apreciar más los días de sol. Aunque en Londres ahora llueve, ahora graniza; nunca se sabe. El tiempo es imprevisible y por eso las inglesas tienen tan mal gusto vistiendo. ¿Si no, por qué llevarían botas de piel hasta las rodillas sin medias? Pobres, es que tienen que estar preparadas para todo y por eso terminan hechas un popurrí, muchas veces procedente de tiendas vintage de estas donde tendrás que comprarte un abrigo de piel este invierno si quieres ser cool (suponiendo que ya tengas la cinta esa puesta en la frente, rollo indio). Probándome uno de esos abrigos, me he preguntado a quién debía pertenecer antes. Ese, y el resto. He tratado de imaginarme a las mujeres, ahora probablemente muertas, que habitaban esos abrigos (¿les gustarían sus nuevas y 'trendy' dueñas?). Y no he podido evitar reír. Londres tiene muchas cosas que me hacen reír: bebidas de todos los colores y sabores, un curso de yoga mensual por sólo 12 libras o diez alitas de pollo por una (cuando un viaje en el metro vale cuatro), borrachos a las 9am cantando el 'national anthem' en la parada de bus, una aspiradora llamada Harry que está en todas las casas, aceite en spray, un metro que está en obras cada fin de semana, uñas de mujer interminables con dibujos dignos de un trabajo de chinos (hechos por los chinos de las tiendas de 'nail art'), un ratón en cada casa, ventanas sin persianas, acentos para regalar en la tómbola, chicharrones como aperitivo en los pubs, y 'reality shows' para todos los gustos [desde un programa que “ayuda” (a humillar) a gente que no puede pagar sus hipotecas embargándoles todos sus bienes en directo; a niños británicos malcriados y problemáticos que son enviados a pasar un tiempo con los padres más estrictos del mundo; sin olvidar los populares intercambios de casa, de mujer o de dieta –una gorda por una anoréxica–]. Y por si no teníamos poco, he detectado una incompresible tendencia a la adulación de los y las gordas. Gente, que en unos años la grasa será sana. ¡Las 'fatties' estarán de moda! Y hablando de modas, si quieres montar un local, ponle una mesa de ping pong y un 'photobooth', y éxito asegurado. Hazme caso. Pero no hagas caso de todo lo que te digan. Londres es muy grande y unas cuantas personas siempre son muchas. Y si te encuentras atrapado en una multitud, tienes una posibilidad de cada tres de pillar la gripeA (eso alerta un cartel enorme en el University College Hospital, justo al lado de la palabra 'INFECTION' en Times New Roman, tamaño cuatro mil, color rojo peligro). Cada dos minutos alguien se infecta. Así que lo mejor y más efectivo es comprar Kleenex, que ahora resulta que los pañuelos de papel no son pañuelos de papel sino anti-virales, o eso dice el anuncio (“Catch it. Bin it. Kill it.”). Pero tranquilo, si tienes la mala suerte de venir a Londres y no pillar la 'swine flu',  siempre puedes ir a Camden Town y comprarte el peluche del virus de recuerdo. Y recuerda, la próxima vez que vengas tráeme unas lonchas de jamón serrano. Y aceitunas rellenas de las de verdad, La Española, que aquí sólo he encontrado un sucedáneo en el Budgens y no saben igual.