Los mentirosos siguen mintiendo, y los estafadores estafando
Tráfico de influencias, dietas estratosféricas para supuestas cenas de empresa, evasión de impuestos, obras de arte que cuestan un riñón y parte del otro en aeropuertos en los que nunca ha volado ni volará ningún avión, malversación de caudales públicos o puro y rudo contrabando de tabaco.
El poder siempre ha pervertido al ser humano; y las altas esferas (políticos, grandes empresarios, banqueros, jueces) siempre son los primeros en aprovecharse de ese privilegio y mordisquear la manzana de la corrupción. Esto pasaba ayer, pasa en este mismo instante mientras lees estas líneas y pasará mañana.
Por eso la actual profusión tan exagerada de titulares en la prensa sobre tramas destapadas y políticos descubiertos puede llegar a parecer una especie de estrategia política para hacer creer al ciudadano de a pie –a ese ciudadano que maldice al PP por su sarta de mentiras incesantes y por los duros recortes y subidas de impuestos aplicados a la población– que el gobierno está por fin poniendo orden, que tranquilos, que todo se está solucionando y que la corrupción, como la crisis, es únicamente fruto de errores del pasado (socialista, por supuesto).
Aunque en realidad, con el paso del tiempo comprobaremos que ninguno de esos políticos, jueces, banqueros, reyes ni yernos de reyes pisará las celdas de ninguna cárcel ni pagará por sus estafas o imprudencias. Los hechos se convertirán en bombas de humo, en simples titulares que se renuevan un día tras otro en los medios de comunicación.
No hay nada por lo que preocuparse, dicen ellos, porque saben que pronto nos olvidaremos de sus fechorías –como cuando año tras año estamos convencidos de que éste es justamente el más seco de toda la historia, olvidando la última sequía de hace menos de media década– y en lugar de enfadarnos y salir a las calles con rabia por la absurdidad del conjunto, volveremos a nuestros curros de siempre (los que aún lo conserven), sintonizaremos nuestro canal de televisión favorito y volcaremos nuestra atención hacia un nuevo caso efímero de corrupción sin consecuencias, una nueva historia sobre poderosos que toman el pelo a los más débiles.